2.12.04

El señor de los bigotes...

En una de las huertas cercanas a mi casa, había un señor que tenía unos bigotes muy grandes. A veces los llevaba como Dalí, pero más grandes. Era alto, fuerte y venía a la huerta, casi todas las tardes. Un día se me ocurrió salir a saludarle, por que me inspiraba confianza y me llamaba la atención. Era muy elegante. Le dije buenas tardes y me preguntó que cómo me llamaba, le dije Samarcanda. Me preguntó si me gustaba leer, le dije que sí y no me dijo nada más. Me dio un puñadito de caramelos y se fue. Las niñas que habían seguido la conversación me pedían caramelos. Yo me fui para casa. Desde allí se veía parte de la finca de este señor y me picó la curiosidad. ¿Qué hacía el todo trajeado, entre plantas, árboles y algo de maleza? Cuando le vi, había cambiado el traje por un guardapolvo. Cuando era tiempo de fruta la llevaba en su cesta y cuando no paseaba leyendo por toda la finca. Un día me preguntó donde vivía, y al día siguiente me vino con unos cuantos cuentos y unos caramelos. Habló con mi madre y a partir de aquel día, surgió una amistad.

Un día no subió caramelos, pero yo no lo sabía. Fui a saludarle y me dijo: hoy no hay caramelos. Le dije que yo no quería caramelos, que quería que me contara lo que decía el libro que cada día leía. Se tocó los bigotes y se echó a reír. Normalmente era muy serio. Yo le acompañé hasta su huerta y me dijo que los libros que él leía eran muy raros y no eran fácil de explicar. Pues mi abuela sí que me explica las cosas que lee, le dije. ¿A tu abuela le gusta leer? me preguntó. Le respondí que sí, y que lo hacía muy bien. Le acompañé hasta la entrada y me fui para mi casa.

Parecía un señor de cuento: misterioso, serio, pero a mi no me lo parecia, era muy culto, muy elegante. Se quedó viudo muy joven y por eso no hablaba a la gente. No lo aceptó. Así fue como me inicié en la lectura y desde entonces, cada vez que veo sus cuentos, viene a mi memoria su entrañable e inolvidable recuerdo.

|

Weblog Commenting and Trackback by HaloScan.com