29.11.04

La chimenea...

Hoy parecía que iba ser un día tranquilo. Por la noche había llovido y el día amaneció nublado. Un día un poco raro de esos en los que no apetece hacer nada. Me tocó fregar la paellera. El domingo la Norris hizo fideuá y salió deliciosa, pero la paellera para mí. No tenía ganas de mancharme las manos, así que me puse guantes y dale que dale brillante brillante. Preparé pescado en salsa para la cena, ya que hoy vienen a cenar Jaicari y su marido con nosotras. La Norris se había levantado pronto. Tenía que ir a por medicinas para mí. Yo ya no podía hacer nada más y a las 13:15 tome la medicación para el dolor y me fui a la cama, no sin antes encender la chimenea que la habían limpiado el domingo un amigo y Dolcecaravana. La encendí y qué calentitas.

Así que con el calmante me quedé dormida. De repente… ¡¡¡Mama, mama, mama…la chimenea!!! La Norris parecía un huracán. Cogió el cubo y la escalera y para arriba, pero para subir no es fácil. La escalera es de cuatro peldaños y para poder subir al desván hacen falta ocho y se tiene que pasar por un agujero estrecho. Cuando me asomé, salía por la chimenea una cantidad de humo exagerada y al echar el primer cubo de agua salió humo negro por todas partes de la casa no se veía nada y la Norris por el tejado de un tercer piso, subiendo los cubos de agua a pulso y tenía que hacerlo ella sola… salir del tejado y volver a entrar. Cuando llegó nuestro amigo, al que cuando le avisamos pensó que era una broma, le dio un extintor. Echó por el hueco de la chimenea y empezó a salir humo azul que intoxicaba. Todas la ventanas abiertas. Cuando él consiguió subir ya casi estaba apagado, porque tuvo que buscar una escalera más larga. Yo veía como se movía por el tejado. Por fin baja nuestro amigo y me dice: Vaya cojones que tienes la Norris. Le pregunto como está y me dice que más tranquila. Me figuro que su padre desde donde esté diría lo mismo que decía siempre cuando hacían algo fuera de lo normal para unas chicas. Decía qué salvajucas. Cuando la he visto, bajaba hablando sola, cabreada, pero a la vez riéndose.

En la escalera dentro de sus casas había cuatro hombres ninguno ha salido a ayudar. Tenía el jersey blanco teñido de negro, los zapatos y el pantalón rotos. Al subir se había enganchado y bajó con la pierna al aire y con esto se acabó la chimenea pondremos otro sistema.

Después la Norris estaba tranquila. Yo pensaba que tendría que darle tila, pero no. Nos hemos ido a casa de nuestros amigos que verdaderamente son más que amigos. Una vez más, la Norris ha tenido que tirar de la manguera y por eso le doy gracias y doy gracias a la vida por haberme hecho este regalo tan hermoso. Es bella por dentro y por fuera. Son fantásticas las cuatro. Como no voy a estar contenta. Sólo por ellas. Se lo merecen todo. ¡Gracias hijas!

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